sábado, 22 de noviembre de 2008

Bizancio de Ramón J. Sender

Por Rocafort
Salud, hueste... Hete aquí que estoy leyendo (devorando, más bien) una magnífica novela de un paisano mío, don Ramón José Sender Garcés, titulada BIZANCIO, así, a secas, que seguramente muchos de vosotros conoceréis y hasta habréis leido, pero que me gustaría comentar y recomendar vivamente desde este foro por varias razones. La primera es la razón más simple: porque es una novela espléndida, muy bien documentada, con un estilo realmente ameno, interesantísima y de una modernidad apabullante... ¡para haber sido escrita en el año 1956! Es decir, mucho, mucho tiempo antes del "boom" literario de la novela histórica que tan en boga está en nuestros días gracias a José Luis Corral Lafuente, Ángeles de Irisarri, Matilde Asensi y un largo etc, Ramón J. Sender abría el camino de esa tendencia en la década de los 50 y con una amenidad que pocas veces se encuentra en este tipo de literatura. La segunda razón, es porque se trata de una obra de Sender, y cuanto ha salido de la pluma de este caballero, aragonés nacido en Chalamera (Huesca), es una obra maestra: desde el Requiem por un campesino español hasta Crónica de Alba, Imán, Carolus Rex y tantas otras. Literatura española y aragonesa de la buena, de la de libro de texto. Y tratándose de una obra centrada en el ámbito de la hueste almogávar, tan de nuestra historia, tan de la Corona de Aragón, es fácil imaginar que don Ramón echa el resto en sus páginas y engancha desde el primer capítulo al lector. Y la tercera y última razón es porque entre sus páginas uno no sólo encuentra el hilo de una historia espléndidamente contada e imaginada sino también una serie de datos perfectamente introducidos en sus lugares adecuados que resultan sorprendentemente precisos, fruto de un trabajo concienzudo de biblioteca, de archivo, de investigación antes de coger la pluma y empezar a escribir. Ya quisieran muchos que se dicen historiadores escribir con la seriedad y el conocimiento de que hace gala Sender tanto en Bizancio como en todas sus obras. Lo que pretendo en este post es ir entresacando poco a poco las frases, las curiosidades, los datos y las anécdotas que vaya encontrando en el libro y que me resulten más llamativas e interesantes con dos fines: darlas a conocer a la hueste almogávar del siglo XXI y comentarlas de la manera que os parezca oportuna. La edición que estoy leyendo corresponde a la editorial Montesinos, año 2000, de manera que no citaré más que la página de donde haya extraido el correspondiente fragmento. Y como el movimiento se demuestra andando, vayamos con las primeras citas: Capítulo I: Roger de Flor ha desembarcado en Constantinopla y dicta normas acerca de cuál ha de ser el comportamiento de la hueste en la ciudad: "Roger de Flor había dado la orden de conducirse dentro y fuera de los cuarteles con arreglo a las ordenanzas de su ejército y no a las leyes del país. Naturalmente esas ordenanzas eran bastante estrictas y Muntaner las había limado de tal manera que no rozaran ni hirieran las costumbres de la tierra. Es decir, que no suscitaran incidentes. Los almogávares eran gente dispuesta a convertir cualquier incidente -sobre todo por la noche- en una hecatombe. Una de esas ordenanzas era la de no conducirse de una manera individual, es decir, independiente del ejército. Si alguien les exigía algo, si algún griego tenía algo que reclamar, ellos debían remitirlos a sus superiores jerárquicos (...) Cada almogávar era un soldado de tal escuadra, de tal sección y tal compañía, no un individuo con su nombre, es decir, con responsabilidad propia..." (pág. 25/26) Vamos, que Roger de Flor conocía perfectamente a sus hombres y sabía que no iban a aguantar ni una broma por parte de nadie. Así que la disciplina se aplicaría con toda su crudeza, pero se aplicaría desde dentro de la propia hueste. Y aún así: "... llegó el príncipe Miguel muy excitado, diciendo que un almogávar había desafiado a dos caballeros de la corte de Andrónico que se habían atrevido a reírse de su traje. Les dijo el almogávar que estaba dispuestoa pelear a pie contra los dos montados y armados de punta en blanco, es decir, cubiertos de hierro (...) El Emperador les autorizó a combatir y fueron a armarse para el combate. El almogávar a pie, calzado de abarcas y con las espinillas protegidas por cueros curtidos por dentro, frotaba su espada contra el suelo y decía algo como un conjuro entre dientes (...) los habría matado a los dos si el Emperador no interviniera diciendo que era ya bastante y que daba la victoria al almogávar. Había sucedido la refriega en poco más de un minuto. La gente gritaba: ¡Bravo, vítor!" (pág. 22) ¡Como para ponerse tonto con los soldados de la Compañía...! Bueno, y de momento lo dejo aquí para que vayáis opinando...